Talleres nómades

Recuerdo el taller que desplegamos entre enero y mayo 2018 en Rosario, Argentina, para el proyecto Trampa de vocales.  Habitamos una casa prestada, vacía, que se llenó de muchos encuentros, debates, reflexiones y ensayos. También de muchos ruidos de máquinas y aserrin. También de experimentos sonoros.
Me pregunto qué implica un espacio de taller, qué es lo que hace que un espacio se convierta en taller. Después de todo, un taller puede ser un lugar donde producir desde pensamiento hasta tangibilidades. Pues un taller puede ser desplegado en prácticamente cualquier espacio. Desde un café hasta un galpón.
Al migrar de un continente a otro (y dejar atrás un espacio físico de producción al otro lado del océano) pienso mucho en esto, en la idea de taller "pop-up", taller nómade, taller montable y desmontable. Algo así como una tienda de campaña que puedo llevar conmigo a cualquier lado. Y como toda instalación, su montaje dependerá de su entorno y de habilitar(se) una serie de estrategias para que eso sea posible. Apropiarse del espacio es fundamental, para ello suelo tener una serie de pequeños objetos, a modo de talismanes, que llevo conmigo para generar actos mágicos de encantamiento. La lista de pequeños actos-rituales que realizo en cada espacio para “instalar el taller” podría ser infinita, aunque resumiendo, podría decir (y decirme) que la clave está en poder ser lo más moldeable, flexible y porosa posible. 
Eso sí, la relación que tengo con estos espacios es de amor. Siento mucho amor por todas las personas, objetos, materiales, prácticas y herramientas que pasaron por todos mis talleres.

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